Como saben tengo un romance con la moda y las corrientes estéticas desde el día en que nací. La belleza que emite la creatividad de un artista o diseñador muchas veces me cautiva. Pero hoy agradezco mil veces que esa no sea un forma arbitraria de observar en mí.
Concretamente, mientras veía un desfile en la tele, que mostraba modelos de ropa sofisticada y elegante cambié de canal para encontrarme con una realidad totalmente opuesta: un programa en un canal uruguayo que mostraba un día en la vida de una familia del campo. Donde ni la moda y, mucho menos la estética existen. Donde la belleza está en la autenticidad de la gente y las miradas sencillas que, pocas veces se enfocan en las prendas. Si bien hay también un claro estilo de vestimenta campestre que la mayoría respeta.
El periodista entrevistó a una mujer joven dedicada a la casa y al telar, en tiempos de celulares Dolce & Gabanna y jeans por $7.000, ella vive feliz en un verde colosal y siempre bienvenido temporada tras temporada. Es la cualidad de aquello que es original.
Claro está que seguiré publicando sobre mi primer amor, aquí en modabianca, aunque en el fondo sepa que la mayor expresión de belleza rechaza todo maquillaje, ornamento y vestidura. Ya no volví a mirar el desfile. Cambié a la mujer que parece levitar en la pasarela por la mujer anclada en su tierra. Y sentí que, de tanto en tanto es necesario desnudar la moda.
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