Isabel Muñoz plasma en su obra fotográfica Maras. La cultura de la violencia a una verdadera tribu urbana. Se trata del fenómeno de los pandilleros en América central conocido como las maras. Los fotografiados son, en su mayoría, hombres de tez color mate y miradas fijas, como ennegrecidas. Todos ellos están en la cárcel; presos y mansos bajo el flash de Muñoz. Lo más llamativo, a primera impresión, son las pieles de estos pandilleros. La tinta es parte integrante del epitelio de sus cuerpos. Demonios, duendes y gárgolas se entremezclan con rosarios y crucifijos. Quien conoce la historia detrás de la foto sabe que los integrantes de las maras provienen, en su totalidad, de familias desintegradas por calvarios de alcohol, droga y miseria. Las maras son hijas de la violencia.
Al medio de la exposición, hay un mural de fotos de los jóvenes delincuentes con sus familiares en los días de visita. Las "visitas" son predominantemente mujeres. Dignas de dar amor, estas madres, hermanas y esposas sacan una pequeña mueca en la boca de los presos. Además de la fotografía a color que da calidez- todo el resto está en blanco y negro-, la columna expuesta al medio es, quizá, la que sostiene a estos guerreros lindantes.
Me pregunto: ¿cómo viven, inmersos en la oscuridad de la celda y los graffitis lúgubres y deprimentes- hechos por ellos mismos- ? ¿Cómo decenas de tumbas son la expresión del arte carcelero? Es la cultura de la muerte. Es un inframundo que surge cada vez con más fuerza.
Isabel Muñoz nos muestra la realidad de los pandilleros de El Salvador. También nos muestra que, una vez metidos en esa realidad, ya no vale la justicia. Son seres miserables y oscuros, pero que, por lo que veo, gritan con todas sus fuerzas que alguien los ame, que alguien los haga sentir "parte". Y allí se aglutinan, hasta el final, hermanados por la tinta china.
*La muestra se puede apreciar hasta el 30 de agosto, en el Centro Cultural de España.
**La foto es de El País.